viernes, 11 de marzo de 2011

el voto femenino

La historia del voto femenino
En la antigua Atenas (Grecia) cuna de la Democracia, donde se expresó en toda su dimensión el mandato de la mayoría popular, que decidía directamente reunida en la plaza pública, los asuntos más importantes de gobierno, no se permitía la asistencia y participación femenina.
La democracia representativa, fue el ideal al que aspiraron los que llevaron a cabo la Revolución Francesa de 1789. Los candidatos a los cargos de gobierno serían elegidos por el pueblo, que conservaría la soberanía.
Pero cuando se hablaba de reivindicación de derechos, contra el sistema absolutista, se pensaba en los varones, y así lo expresa el propio título de la Declaración emanada de la Asamblea Nacional revolucionaria francesa: “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, hablando de hombre en el sentido literal del término.
Pero la Revolución Francesa estaba teñida de ideales liberales, y no solo los hombres pudieron así interpretarlo.
Olimpia de Gouges, cuyo nombre real era Marie Gouze, en 1791, redactó en complemento a aquella declaración francesa la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”, que no tuvo éxito práctico, y que terminó con su muerte en la guillotina, en 1793.
En 1792, en Inglaterra apareció un libro llamado “Reivindicación de los derechos de la mujer”, donde una representante de ese sexo, Mary Wollstonecraft, bregó por los derechos políticos de la mujer, por primera vez en el mundo.
Los miembros del parlamento, los políticos y la misma reina, Victoria I, se opusieron a los proyectos de leyes que tenían ese propósito. Tan sólo el cartismo, movimiento de reivindicación de los derechos para la clase trabajadora, y algunos intelectuales liberales, apoyaron tan “arriesgada” idea.
Fue en los albores del siglo XX (año 1903), cuando nuevamente Inglaterra fue el centro promotor de esta revolución política. Se formó la WSPUI: Women Social and Political Union, que significa: Unión Social y Política de Mujeres. Para lograr sus objetivos, las mujeres que la integraban trataron de ejercer presión para obtener su objetivo. Así efectuaron marchas de protestas y huelgas de hambre. Fueron salvajemente reprimidas y en 1903, una de ellas se arrojó al suelo cuando pasaba el rey con su caballo, en Derby, para llamar su atención, y murió aplastada por el animal. Este movimiento cesó su actuación cuando se produjo la Primera Guerra Mundial (1914).
Fue precisamente en este conflicto donde el sexo femenino demostró su valor y entrega a su patria, lo que les valió el reconocimiento de sus derechos electorales. En 1918, se permitió que las mujeres inglesas mayores de 30 años pudieran votar, bajándose la edad a 21 años, en 1920.
Fue también luego de la Primera Guerra Mundial, en 1919, cuando Alemania, cuyo gobierno estaba representado por la República de Weimar, consagró el voto femenino.
En América los primeros países en poseer este derecho

APROBADO CON 161 APOYOS Y 121 VOTOS EN CONTRA

En las Cortes de 1931 muchos temían que la mujer, tachada de "regresiva" y falta de espíritu crico, pusiera en peligro a la joven república, pero el 1 de octubre, hace 75 años, se aprobó por primera vez en la historia española el artículo constitucional que consagró el derecho al voto femenino.

Ganó el sí por 161 votos frente a 121, y en los diarios de sesiones de la época se recogen con detalle los argumentos de una izquierda dividida, que desconfiaba del voto de la mujer, influenciada por "la sacristía y el confesionario".
En esas Cortes sólo había tres mujeres y, paradójicamente, dos de ellas, Clara Campoamor y Victoria Kent, protagonizaron las posturas contrapuestas.
"No es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República", sostuvo Kent (Partido Radical Socialista).
La mujer "para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con el mismo ideal", advirtió Kent para asegurar que, si todas las españolas fueran obreras o universitarias "y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino".
Campoamor, en contra de su propio partido, el Radical, fue la encargada de replicar a su colega para apostar por reconocer a la mujer como ser humano, por "pura ética", todos sus derechos.
"Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano", advirtió a los diputados.
"No dejéis que la mujer, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias".
En su opinión, los parlamentarios nunca tendrían bastante tiempo para llorar ese error histórico de dejar a la mujer, que "representa una fuerza nueva, una fuerza joven", al margen de la república.
Venció su tesis, pero en el hemiciclo se enfrentó a sus propios compañeros de partido.

 

 

votos en contra

Sin éxito, Rafael Guerra del Río propuso recoger el voto de la mujer no en la Constitución, sino en una posterior ley electoral que pudiera derogarse "al día siguiente, si la mujer vota con los curas y con la reacción".
La mujer española, decía por su parte el republicano radical José Álvarez Boylla, merece toda clase de respetos como ama de casa y educadora de sus hijos, pero "como política es retardataria, es retrógrada, todavía no se ha separado de la influencia de la sacristía y del confesionario".
Álvarez Boylla, como muchos de sus correligionarios en 1931, consideraba que al dar el voto a las mujeres se ponía en sus manos "un arma que acabaría con la república", por lo que apostaba por darle el derecho a ser elegida, pero no el de ser electora.
Mientras, Roberto Novoa Santos, de la Federación Republicana Gallega, preguntaba si de verdad creían los diputados que las mujeres eran "organismos igualmente capacitados" y apostaba también por limitar su derecho a ser elegida.
Su temor era que la República se convirtiera en "un Estado conservador teocrático", convencido de que "a la mujer no la domina la reflexión y el espíritu crítico; la mujer se deja llevar por siempre por la emoción".
Con ella, insistió, "se haría del histerismo una ley", porque "el histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer; la mujer es eso, histerismo, y por ello es voluble, versátil".
Desde otro escaño, Manuel Hilario Ayuso, republicano federal, defendió que el hombre votara con 23 años pero la mujer no antes de su "edad crítica", los 45; antes, preguntó a sus colegas, "¿no puede estar y, de hecho, está disminuida en algún momento la voluntad, la inteligencia y la psiquis de la mujer?".
A los "pseudoliberales" que temían que el sufragio femenino supusiera dar el voto a la Iglesia, Campoamor les recordó que "debieron tener más cuidado cuando durante el siglo XIX dejaban que sus mujeres frecuentaran el confesionario y que sus hijos poblaran los colegios de monjas y frailes".
"Dejad que la mujer se manifieste como es, para conocerla y para juzgarla; respetad su derecho como ser humano"; "dejad, además, a la mujer que actúe en derecho, que será la única forma de que se eduque en él, fueren cuales fueren los tropiezos y vacilaciones que en principio tuviere", pidió ante el pleno.

http://www.youtube.com/watch?v=IUP31B950KQ


by:Nazaret

1 comentario:

  1. Bien, Nazaret, pero las etiquetas deben ser más precisas: mujer, voto femenino, algo así

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